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Si el ego grita, es porque el alma está ganando

Dos versiones de mí han danzado en estos dos años:

Una, la que sigue la voz de mi alma, la que fluye con la vida, la que confía en los ritmos sagrados del universo. La que se deja guiar por la intuición, que camina con el corazón abierto, sintiendo que cada paso, incluso en la incertidumbre, es parte del plan divino.


La otra, la que el ego ha moldeado con dudas, miedos y la necesidad de control. La que busca certeza en lo externo, la que se aferra a lo que cree que debería ser en lugar de lo que realmente es.


Y en medio de esta batalla, el camino del emprendimiento y el mundo digital me han sacado de mí. Me envolvieron en su ritmo acelerado, en la necesidad constante de hacer, de demostrar, de estar presente en todas partes y en ninguna. Me alejaron del silencio, de la esencia, de esa voz interna que no compite ni se apresura, que simplemente es.


Ayer, en una sesión de tres horas con una terapeuta increíble, hice un ejercicio de valores que me dejó completamente impactada. Me hizo pensar, sentir y ver con más claridad lo que realmente guía mi vida: Libertad, Respeto y Servicio. Son mis pilares, lo que sostiene mi esencia, lo que da sentido a mis decisiones y a mi camino. Pero junto a ellos, también vi con nitidez lo que me paraliza, lo que me rompe, lo que me impide avanzar: Esclavitud, Humillación e Injusticia.


Y entendí algo profundo: aquí la guerra no es con nadie más que conmigo misma. No son los demás los que me frenan, ni el sistema, ni las circunstancias. Es mi propia batalla interna entre el miedo y la verdad, entre lo que elijo ser y lo que, a veces, permito que me controle.


Obvio, el sistema nos hace desconectarnos. Nos empuja a la distracción, a la prisa, al miedo de parar. Pero despertar es nuestra responsabilidad. Y yo estoy aquí para eso, para guiar a otros en este camino. No desde la imposición, no desde la lucha, sino desde el silencio y la humildad.


Porque no se trata de forzar el despertar de nadie, sino de ser una puerta abierta para aquellos que están listos. Y ese es el mayor servicio que puedo ofrecer.


Y a resumidas cuentas, todo se basa en humildad. Algo que muchos creemos tener, hasta que la vida nos confronta y nos damos cuenta de que no. Porque la verdadera humildad no es pensar menos de uno mismo, sino dejar de ponerse en el centro de todo. Es reconocer que no lo sabes todo, que no tienes el control de todo, que estás aquí para aprender y desaprender tantas veces como sea necesario.


Ahora solo queda seguir lo que ya sabía. Lo que mi alma me susurraba en calma y mi ego no quería escuchar. Porque eso significaba que él dejaría de tener el control. Y el ego, cuando siente que pierde el dominio, no susurra… grita. Grita con miedo, con resistencia, con mil excusas. Pero ahora lo veo con claridad: su grito no es verdad, es solo el eco de lo que estoy dejando atrás.


Y si el ego grita, es porque el alma está ganando.


Así que ahora, en este momento, no necesito seguir en lucha.

No necesito más ruido, ni más preguntas, ni más intentos de controlar lo que solo se puede sentir.


Ahora solo necesito volver a mi alma.


En silencio, en quietud. Sin prisas, sin expectativas.

Solo escuchar. Solo estar. Solo recordar.

 
 
 

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